Su costado tierno y ausente decidió apartarse de su espalda, y así, sin más que pedir ni donde esconderse, su rostro se ha mimetizado con el suelo.
Un brillo opaco y sucio refleja las lágrimas de sus ojos, mientras que su pelo cae tímido y reprimido como queriendo llegar a tocar sus piernas.
Las manos, abiertas en suspicaz señal de perdón desgastado e incierto, le duelen de la misma forma en que lo sintió hace tiempo.
La calma es tan fatal como toda su postura incómoda a la vista, pero tan perfecta y cálida para la profundidad de quien entiende lo que le sucede.
Intentar erguir su mirada ya no es solo cuestión de movimiento.
Toda su vida frágil y obtusa le va en ello.
con la respiración a ras del suelo...
¡Me encanta pasar por acá y leerte!
ResponderEliminarBesote enorme.
Frente en alto, no matter what.
ResponderEliminarY aunque cueste, mejor morir de pie que en el suelo sin fuerzas.
Tom
ResponderEliminarAntes también creía en eso