20 sept 2011

Nocturna

Es curioso, de noche y cuando tengo sueño, es cuando peor pienso; cuando más lo hago y cuando todas las preguntas del mundo recaen en mi mente. Buscan incansables un lugar cálido y lo encuentran siempre al costado de lo que yo casi nunca sueño. Últimamente duermo poco, lo que sinceramente considero nada, apenas unas horas debatiéndome entre sobresaltos y el roce con tus manos. Sintiendo que ya no es invierno y que si encuentro la fórmula, lo tengo todo para poder dormir tranquila. Y es que las caricias entre sueños son tan lindas...
Se me cierran los ojos. Me duele la pierna y creo que me desgarré un músculo, esta mañana en el gimnasio sentí un tirón muy fuerte y creo que fue eso lo que me provocó el malestar que ahora siento. Me mandaste mensajes para ver como estaba y te dije que me seguía doliendo. Hace un rato, después de la comida, me hiciste subir la pierna en una silla y quisiste hacerme un masaje. No pude soportarlo, pero de todas formas te lo agradezco. Tan dulce el gesto de tu parte.
Afuera no hace frío, pero yo lo siento pegado a mis manos. Mis pies se congelan debajo de las sábanas y pienso en el porque de seguir utilizando esta misma frazada ya demasiado vieja. Pude haber comprado un lindo cobertor durante este invierno, y sin embargo no lo hice. Reconozco que me aferro a las cosas que conozco y con las cuales ya he compartido mucho tiempo, aunque solo se trate de una cobija descolorida.
Las paredes que me ven escribir en este momento, seguramente se preguntarán que es lo que me pasa. Y entonces recuerdo que hace ya siete meses que estoy viviendo en medio de ellas. El tono amarillo de su color no me gusta. Preferiría otros y ni siquiera se si en este momento sería capaz de decidirme por alguno.
Me pesan los párpados. El letargo es tan grande que hago esfuerzos inmensos por mantener mis manos sobre el teclado. En el televisor está por comenzar una película, o eso creo que anuncian. Pero ya no oigo nada. Respiro profunda y delicadamente al momento que siento tu cuerpo del otro lado de la puerta. Imagino que soy una gota de lluvia diluyéndose en la piel de tu espalda y la espuma del jabón que te gusta delimitando la textura de tus brazos.
Termino entonces de escribir como puedo y dejo que el sueño me venza. Puede que no llegue a decirte hasta mañana ni desearte una linda noche, como lo hago a diario, pero de todas formas te voy a dejar un regalo.
Un beso con mi perfume, rendido sobre la superficie de tu almohada. Esperando tentar a que tus caricias se hagan cargo del resto.

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