5 sept 2011

Impropio

Estoy confundida. 

Me cuesta definir lo que siento siempre que intento decirlo pero se me presenta tan claramente visible cuando lo escribo, que fácilmente encuentro cada respuesta que busco con solo ocupar los ojos un momento. Que curioso ser de esa manera, que obtuso, pero a la vez que profundo. Que idiota tener que reencontrarse con uno mismo mediante la lectura y no interactuando con la gente. Pero que preciso.
Intenté muchas veces que fuera distinto, que ser diferente solo me trajera alegrías y no más tristezas de las que ya conocía, pero nunca pude. Fue imposible concretarme como persona ante quien solo me veía por fuera, fue tan feo que hasta me dolía.
A veces odio la ignorancia y, sorprendentemente en ocasiones la venero. Así, tan contradictorio como eso. Porque que hubiera sido de mí, si alguien leía entre líneas la realidad de todo lo que le decía. Adorné explicaciones con adjetivos estúpidos, creencias con verbos efímeros y tantas verdades con ironías, pero, afortunadamente nadie se dio cuenta. Y debo agradecerlo.
Pero no pude escapar a las excepciones y, en algún remoto minuto de mi vida existió alguien que sí supo quien yo era, hubo alguien que, más allá de todo lo que no le decía leyó mi cuerpo como si para ello hubiera nacido. Existió quien pudo mirarme de reojo sinceramente y a quien pude darle mi mano sin que me lastimara el solo hecho de hacerlo.
Recuerdo un momento, un preciso día. Volví a verlo luego de tres meses de agonía, luego de un tiempo donde todo había cambiado invariablemente y hasta en el aire se olía algo distinto. El verano había aclarado aún más su pelo y sus ojos me miraban desde otro plano. Corrí a su encuentro tan rápidamente que se me olvidó llevar el cuerpo, y lo alcancé solo con mi alma. Lo toqué tan suavemente que jamás creí me hubiera sentido, lo miré todo, lo tomé desprevenido y en ese mismo segundo lo hice mío.
Le regalé mi último secreto y le dije que lo amaba. Y tenía miedo, y angustia, y dolor, y rencor y muchísimo frío. Lo acaricié despacio y hasta creo estar segura de que alcancé a llegar hasta sus oídos.
Luego me desvanecí de la espera.




Al cabo de unos meses me lastimó tanto como jamás pensé que lo haría. Se burló de mí y siguió su camino. Dijo cosas incoherentes como lo mío de aquel día...
Decirle te amo a alguien, que simplemente, no sabía lo que era...


4 comentarios:

  1. Estoy seguro que a esta altura hay nuevos secretos que regalar, pero claro, la próxima vez a soltarlos con mas cuidado.

    ResponderEliminar
  2. Que la experiencia no nos sirva de barrera, que no hagamos con ella un mar de omnipresencia, que aparquemos lo que parece genérico. Que pasó, esa vez, aquella. Y nada más.
    Para volver a nacer en cada instante en cualquier otro sueño con nombre humano. No? Pues eso quiero yo...

    ResponderEliminar
  3. Tom
    A veces estoy convendida de que sabré hacerlo con más cuidado, pero por momentos tengo claro que no, y que bien puede llegar a pasarme lo mismo.
    Cuando siento no me mido y es por eso que me terminan pasando cosas como esas.

    ResponderEliminar
  4. Nebroa
    Totalmente cierto todo lo que decís, pero a veces me cuesta mucho dejar atrás lo que haya pasado y verlo solo como algo que me pasó un día...

    Si eso es lo que queres y sabes escribirlo de esa forma tiene que pasarte entonces.
    Tenés que tener tu momento.

    Gracias

    ResponderEliminar

Gracias...